La naturaleza como puente hacia un envejecimiento digno 

Chile está envejeciendo. No se trata de una proyección lejana, sino de una realidad que ya vivimos. Los números del Censo 2024 hablan por sí solos: hoy por cada 100 niños y adolescentes menores de 15 años viven 79 adultos mayores de 65 años. El cambio es dramático si miramos al pasado, puesto que en 1992 esta proporción era muy diferente, con solo 22 adultos mayores por cada 100 jóvenes. En otras palabras, en poco más de 30 años, la cantidad de adultos mayores en relación a los niños y adolescentes casi se ha cuadruplicado.

En un mundo que privilegia la inmediatez y la juventud, nuestros adultos mayores enfrentan una dolorosa paradoja: nunca antes habían vivido tanto tiempo, pero tampoco se habían sentido tan invisibles. El aislamiento social y las escasas oportunidades de esparcimiento configuran un escenario donde muchos experimentan una “muerte social” mucho antes que la física, quedando sus experiencias y conocimientos desaprovechados.

Frente a esta realidad, es imperativo pasar de la preocupación a la acción concreta. Diversas iniciativas han demostrado el impacto transformador que tiene ofrecer a los adultos mayores espacios para reconectar con la naturaleza y con otros, generando profundos beneficios para su bienestar integral.

Cuando diseñamos espacios inclusivos que consideran las necesidades específicas de este grupo etario estamos reconociendo su derecho a seguir participando activamente en la sociedad. Las actividades al aire libre, adaptadas a sus capacidades, no son un lujo, sino una necesidad. El movimiento y el ejercicio moderado resultan fundamentales para mantener la autonomía funcional, mientras que el contacto con entornos naturales actúa como un poderoso antídoto contra el estrés y la ansiedad que muchos experimentan en esta etapa.

Pero quizás lo más significativo sea el componente social de estas iniciativas. Los espacios de encuentro permiten que los adultos mayores compartan su invaluable experiencia, establezcan nuevos vínculos y se sientan parte de una comunidad que los valora por quienes son y por lo que pueden aportar. 

Al valorar la sabiduría acumulada durante décadas no solo dignificamos su presente, sino que enriquecemos a la sociedad con perspectivas que solo el tiempo y la vivencia pueden proporcionar. La vejez no es el final de la vida, sino una etapa valiosa que merece ser vivida en plenitud. 

Javiera Rojas, encargada del programa Adulto Mayor de Fundación Parque Tricao.

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